Huyendo de José
“Un ángel del
Señor se apareció en sueños a José y le dijo:-Levántate, toma al
niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te
avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo-. José se
levantó, tomó al niño y a su madre y salió de noche con ellos
camino a Egipto1”.
El evangelio de Mateo
describe como el temor de un hombre a perder su poder desencadenó la
muerte de todos los niños menores de dos años que había en Belén.
Una dura historia narrada justo en el lugar en el que el evangelio
nos habla de la llegada de la salvación. No es difícil encontrar
similitudes con otro pasaje bíblico escrito cientos de años antes;
me refiero al enfrentamiento entre dos masculinidades poderosas, la
de Yahvé y el Faraón de Egipto, que acabó con la victoria del
primero cuando éste asesinó a todos los primogénitos egipcios para
que los esclavos israelitas pudieran liberarse de la opresión a la
que estaban sometidos.
Un ángel trae un
mensaje divino para José: que coja lo que es suyo y huya a un
lugar seguro si quiere conservarlo. Y José sigue el consejo y se
marcha con su mujer y su bebé a Egipto. No hay ninguna pregunta
para saber que quiere María, ella no cuenta en esta relación, su
voluntad y su deseo están supeditados completamente a los de su
marido. Algo muy distinto a como actuó Jonathan para salvar a David
cuando su padre Saúl planeaba matarlo: “Ven conmigo. Salgamos
al campo2”,
le pidió, y allí tramaron un
plan y “Jonathan hizo un
pacto con David3.”
O
a cuando Noemí decidida a volver sola a Judá, para librar su vida y
la de sus nueras de la pobreza y la mendicidad, le pidió a Rut que
no la siguiera. Rut sí tuvo voz en su relación: “¡No
me pidas que te deje y me separe de ti! Iré a donde tú vayas y
viviré donde tú vivas4”.
El pasado sábado por la noche, cuando estaba a punto de subir al coche
para volver a casa, se me acercó una chica bastante joven con un
bebé en brazos. Llevaba un pañuelo de colores sobre la cabeza pero la
cara descubierta, así que enseguida me pude dar cuenta de que
alguien la había golpeado. No hablaba muy bien castellano, y estaba
llorando, sin embargo entendí que me decía que su marido quería
matar a su hija. Intenté llamar por teléfono a la policía pero los
nervios no me permitieron recordar el número, así que le dije que
me acompañara hasta una comisaria próxima. En ese momento se tiró
al suelo detrás del coche para esconderse y me dijo que su marido
estaba por allí cerca, estaba completamente aterrorizada. Como pude
conseguí que se levantara con su bebé y entramos en un bar cercano
donde llamé a la policía que vino en cinco minutos. Allí le
explicó a uno de los agentes que su marido le había dado puñetazos
en la cara y que quería matar a su hija. Rápidamente la policía,
después de tomarme declaración, subió a esta joven y a su bebé en
el coche y se las llevaron.
Hay
veces que María no tiene que huir sólo de Herodes, sino también de
José. En ocasiones Israel no es un lugar seguro, ni la Iglesia, ni
la familia, ni tu pareja. Y por eso hay que huir a un lugar como
Egipto, a un lugar extraño, que siempre hemos interpretado como
opresivo, pero que hoy puede ser nuestra única salvación. La
Organización Mundial de la Salud estima que una de cada tres mujeres
en el mundo ha sufrido violencia física o sexual por parte de un
hombre. Y que la mitad de las que han sido asesinadas, lo fueron a
manos de sus maridos o compañeros sentimentales. En muchos países
un tercio de las de adolescentes reconoce que su primera relación
sexual fue forzada. Pueden parecer datos que no se corresponden con
nuestra realidad, pero no es así, en la Unión Europea la mitad de
las mujeres dicen haber sufrido acoso sexual en algún momento de su
vida. Y gran parte de ese acoso, en un entorno familiar.
En
Navidad cristianas y cristianos celebramos que Dios no utiliza el
poder ni la fuerza para salvar al mundo, sino que se sitúa a nuestro
lado y se hace una de nosotras, uno de nosotros. No es el poder
masculino tradicional, sino el que muchas mujeres han ejercido
durante siglos para sobrevivir. Ese que es interactivo, horizontal,
incluyente, compartido... Ese que es más humano.
Quizás
el ángel del Señor quiera aparecerse esta Navidad a todas aquellas
mujeres que están en peligro para decirles que salgan huyendo. Que
cojan a su hijo en brazos y corran, que no esperen a que quien
debería amarlas y respetarlas acabe con su vida. Eso es lo que hizo
la chica con la que me encontré el sábado pasado, decir basta a la
opresión, a la violencia y al terror. No creo que para ella fuese
fácil pedir ayuda a alguien que no había visto nunca, estar delante
de varios policías a los que no entendía bien, o subir a un coche
que le llevaría a un lugar desconocido. Pero quizás por amor a su
hija tuvo la valentía suficiente para hacerlo, y eso puede haberles
hecho salvar la vida.
Supongo
que este año no celebrará la Navidad sentada en una mesa junto a su
familia, pero es en actitudes como la suya donde la salvación se
hace presente, donde se encarna la voluntad de un Dios que ama la
vida, y que nos pide que huyamos cuando nosotros y nuestros seres más
queridos estamos en peligro.
Carlos
Osma
Notas:
1Mt
2,13-14
21
Sm 20,11
31
Sm 20,16.
4Rt
1,16
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